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¿Dónde Debe Empezar?
Ninguna Escritura es más importante que otra, porque todas son igualmente inspiradas (2 Timoteo 3:16), pero la mayoría de los estudiantes bíblicos saben que Judas no es la primera parada si está buscando un mejor entendimiento del papel del marido en el matrimonio. De la misma manera, la mayoría de la gente sabe que no puede mirar a Gálatas como su fuente primaria de información acerca de la vida de Cristo. Para aprender de la vida de Cristo uno tiene que empezar con Mateo, Marcos, Lucas, o Juan, y para entender la voluntad de Dios uno tiene que empezar con Efesios 5:22-33 u otro pasaje que trata el matrimonio.
Mientras que esto parece evidentemente obvio, la gente parece olvidar este punto cuando se trata de la conversión. En la búsqueda de entender como las conversiones se producen, lo que significa convertirse, cuando uno se convierte, etc. comúnmente empiezan con Romanos, Efesios, Gálatas, u otra carta escrita a gente cuya conversión fue en el pasado. Aunque referencias en las epístolas existen de cómo fueron convertidos y salvados de sus pecados, debe ser obvio que el punto de inicio es el único libro que detalla las conversiones de pecadores, a saber, Hechos.
No quiero que se me malinterprete en esto, porque creo que las cartas escritas a los cristianos son esenciales para una mayor comprensión del plan de Dios para la redención de la humanidad, las razones detrás de la cruz, y la naturaleza de la gracia, etc., pero si quiero aprender cómo ser salvo de mis pecados, o le quiero mostrar a alguien cómo ser salvo, el lugar para comenzar es en Hechos.
Piensa por un momento acerca de los que fueron convertidos en Hechos 2. Yo no sé cuánto los tres mil de Hechos 2:41 entendieron acerca del concepto de propiciación que Pablo más tarde expuso en Romanos 3:21-26, y dudo que ellos entendían en ese día la enorme superioridad del sacrificio de Cristo ( Hebreos 9, 10), o una serie de otras cosas importantes que más tarde serían tratados en las cartas escritas a los cristianos, pero en aquel día de Pentecostés, ellos sabían que eran culpables ante Dios y preguntaron lo que tenían que hacer (Hechos 2: 36, 37). A través de la breve y al punto respuesta de Pedro, se enteraron de que el arrepentimiento y el bautismo eran las respuestas que Dios les requería (Hechos 2:38), y eso fue lo que hicieron (Hechos 2:41).
No estoy sugiriendo que ignore los grandes temas de la propiciación, la gracia, la justificación, la santificación, la obra del Espíritu Santo, etc. encontrados en Romanos, Gálatas, Efesios, Hebreos, pero si estoy afirmando que los planos relatos de conversión que se encuentran en el libro de los Hechos se debe estudiar primero y debe ser usado para ayudar nuestra comprensión de estos otros libros. Una vez más, no sea que alguien me malentienda, el título del artículo es Dónde Debe Empezar no, ¿Dónde Debe Parar?
Cuando el libro que detalla las conversiones de los Judíos y Gentiles, hombres y mujeres, religiosos y no religiosos, se toma primero, entonces entenderé que ningún conversión se lleva a cabo sin la predicación del evangelio. Aun cuando los ángeles, visiones, y el Espíritu Santo mismo participaron, como sucedió en Hechos 2, 8, 9 y 10, nunca se convirtió un cristiano sin que el evangelio fuese predicado por un ser humano (cf. Romanos 1:16 , 17).
Cuando hago los Hechos, el libro de las conversiones, mi punto de partida entenderé que la salvación que es por gracia por medio de la fe (Efesios 2:8, 9) es llevado a cabo cuando un pecador penitente es bautizado para la remisión de los pecados (Hechos 2:38). Si empiezo con el registro histórico de la conversión de Pablo antes de leer sus epístolas sobre la conversión, sabré que incluso si una persona fuera a ver a Cristo en una visión y pasar tres días en oración, él o ella todavía tendría que ser bautizados para ser limpiados del pecado (Hechos 22:16; 9:1-19; 22:6-16).
Podríamos seguir con otros ejemplos, pero espero que esto sea suficiente para hacer el punto. En lo que respecta a la conversión, justificación, santificación, etc. vamos a estar seguros de que empecemos en el principio y procedamos adelante. Invirtiendo el orden de nuestro estudio conducirá inevitablemente a la confusión y la incomprensión de estas enseñanzas vitales.